"Les habla el comandante Muñoz: estamos a
punto de aterrizar en el aeropuerto de Madrid-Barajas. La temperatura es de 22
grados y el cielo está despejado. Dentro de unos minutos, verán el pueblo de Paracuellos del Jarama. Como saben, más de dos
mil quinientas personas murieron asesinadas durante noviembre y diciembre de
1936. Entre ellas estaba mi padre. Quisiera recordarles que uno de los
responsables de esa horrible matanza se encuentra en estos momentos sentado en este avión,
en el asiento 11-D. Buenos días y gracias por volar con Iberia".
Es una historia que cuentan los altos ejecutivos de la compañía aérea
española. Y no es una leyenda. Todos los historiadores señalan a Santiago Carrillo como uno de los responsables
de aquel exterminio en masa llamado Paracuellos de Jarama.
¿Qué pasó exactamente esos meses de noviembre
y diciembre de 1936?
Así lo cuenta el historiador Paul Preston en
'El Holocausto español'. “Tras avanzar por la Ciudad universitaria y la Casa de
Campo, el 6 de noviembre los rebeldes [las tropas franquistas] llegaron a menos
de 200 metros de la prisión más grande de la ciudad, la cárcel Modelo del
Distrito de Argüelles”.
Había cerca de 2.000 encarcelados. La mayoría
celebraba la pronta caída de Madrid y estaba claro que se iban a unir a los
franquistas. Era la Quinta Columna invisible que tanto temían los defensores de
Madrid. Había 8.000 prisioneros en las cárceles de la capital.
Presumiendo esta rebelión, durante las semanas
anteriores, los anarquistas y los milicianos comunistas que defendían la
República, se habían presentado en las cárceles de Madrid y alrededores para
interrogar a los oficiales.
“Les ofrecieron la oportunidad de cumplir con
su juramento de lealtad y combatir en nombre de la República. Todos se
negaron”. Como eso constituía rebelión militar, les juzgaban y les fusilaban.
Estas operaciones de extracción de militares infieles y ejecuciones sumarias se
llamaban ‘sacas’. A medida que las tropas de Franco se acercaban a la ciudad,
el temor de los defensores de Madrid crecía, y también se aceleraban las
'sacas'. Pero hasta entonces eran actos desorganizados.
Aquel 6 de noviembre de 1936, el gobierno de
la República se trasladó a Valencia. Dejó al mando de la ciudad al general
Miaja, que debía organizar la administración civil y militar, cobijar a los
refugiados, controlar la violencia de las checas y de la Quinta Columna. Esa
tarde mismo, Santiago Carrillo, que militaba en las Juventudes Socialistas
Unificadas, fue nombrado consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de
Madrid. Al día siguiente, según Preston, Carrillo solicitó formalmente su
adhesión al Partido Comunista.
Por la noche de ese día 6 de noviembre,
Carrillo y otros miembros de la Junta de Defensa de Madrid se reunieron para
elaborar los planes de extracción de prisioneros de las cárceles. Había
militares, jueces, periodistas, artistas, sacerdotes…
Carrillo tenía 21 años y ya tenía un pasado
militante aguerrido. En el intento de golpe de estado de 1934 organizado por
UGT, el PSOE y el PCE, Carrillo era uno de los enlaces de Madrid. Fue
encarcelado.
Salió libre tras las elecciones de 1936 en las
que ganó el Frente Popular. Carrillo solicitó sin tardanza
un pasaporte para emprender un viaje a Moscú, cuenta Preston. Luego volvió a
Madrid, y en noviembre empezó a organizar las matanzas.
Sin embargo, en sus memorias, escritas en 2006
en Planeta, Carrillo nunca reconoció haber tenido conocimiento de los
asesinatos.
Pero el testimonio de Félix Schlayer, cónsul
de Noruega en Madrid, lo desmiente. Este diplomático cuenta en un libro
titulado “Embajada en el Madrid Rojo”, que en aquellos días de noviembre
trataba de interceder ante las autoridades de Madrid para detener las matanzas.
“…tenía que recoger al delegado de la Cruz Roja para acudir a la entrevista con
la nueva autoridad policial, tal como había quedado convenido entre nosotros.
La tal autoridad policial se llamaba Santiago Carrillo, con el que tuvimos una
conversación muy larga”. Schlayer relata que trasmitió a Carrillo los detalles
de los abusos que se estaban cometiendo para cesar la actividad asesina.
Carrillo les contestó que no tenía idea de
nada y les prometió que actuaría. “Pero a pesar de todas aquellas falsas
promesas, durante aquella noche y al siguiente día, continuaron los transportes
de presos que sacaban de las cárceles, sin que Miaja ni Carrillo se vieran
obligados a intervenir”, dice Schlayer.
Pero no era con arreglo a la ley. Justo al día
siguiente de su toma de posesión, el 7 de noviembre, comenzó la peor 'saca' de
la historia de la Guerra Civil. Miles de prisioneros, principalmente extraídos
de la Cárcel Modelo, de San Antón, de Porlier y de Ventas de Madrid, empezaron
a ser trasladados al arroyo de San José en Paracuellos de Jarama. Del 7 de
noviembre al 4 de diciembre, en menos de un mes, se asesinaron a cerca de 2.500
personas. Sus cuerpos fueron lanzados a fosas comunes. Entre ellos, el del
dramaturgo Pedro Muñoz Seca.
Después de muchas discusiones, se ha terminado
por aceptar la cifra final de unos 2.400. Procede de Ian Gibson, el hispanista
que escribió sobre las matanzas de Paracuellos, y que realizó un exhaustivo
trabajo de cotejamiento. Y todos los historiadores apuntan a los miembros del
Partido Comunista como principales responsables. El último miembro vivo de
aquella Junta de Defensa de Madrid era Santiago Carrillo.
Los crímenes de Carrillo, y “todos los actos
de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados
como delitos y faltas realizados con anterioridad al día 15 de diciembre de
1976”, fueron perdonados en la Ley de Amnistía de 1977, que buscaba la reconciliación
de todos los españoles.
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