El diario barcelonés La Vanguardia, incautado en aquellas
fechas a sus legítimos propietarios, publicó en su edición del 20 de agosto
de 1936 un resumen de un artículo firmado por Indalecio Prieto en el diario
Informaciones. Para
levantar la moral de sus huestes nada más que con la mentira, extendió la
supuesta historia de la matanza de la plaza de toros. Porque la mentira, como
decía Lenin, es una poderosa arma revolucionaria. Prieto escribió con
detalles sensacionalistas como había ocurrido, y esto sin aparecer por Badajoz,
lo cual tiene mucho mérito: «En
Badajoz -agrega- los prisioneros fueron encerrados en el local de la plaza de
toros y obligados luego a salir al ruedo por la puerta del chiquero. Cuando
aparecían en el redondel, desde los tendidos, gradas y palcos les ametrallaban
los facciosos a placer. En la Roma de los nerones, los cristianos, empujados
hasta la arena del circo, sucumbían despedazados por fieras auténticas, leones,
tigres, etc. El emperador, su corte, y la plebe eran solamente espectadores de
la matanza. Al cabo de veinte siglos, registramos la innovación de que los
espectadores sean a la vez autores en el martirio y las fieras tengan traza
humana. Es posible que en el palco presidencial del circo extremeño haya sido
sustituida la clámide imperial que pendía en el palco del circo nerosiano, por
la zamarra de cualquier cacique ávido de disfrutar de la orgía sangrienta».
Ciertamente, es la izquierda la que en la guerra civil ensayó sistemas de
ejecución en masas, como por ejemplo Paracuellos del Jarama.
René Brut, cámara de la productora francesa Pathé-Journal, filmó en el cementerio de Badajoz hileras de incinerados y otra sin incinerar. Fue en la mañana del 18 de agosto. En cuanto a las imágenes de los incinerados se puede observar que no humea, lo cual demuestra que sólo se había hecho una vez. Esos cuerpos, por mucho que ahora la propaganda neomarxista y neostaliniana se empeñe, eran tanto milicianos muertos en las luchas como también efectivos caídos de la fuerza asaltante. En las memorias del Coronel Puigdengolas, Comandante Militar del Badajoz rojo, dejó dicho que la cifra de milicianos en la ciudad las horas previas de la toma, el 14 de agosto de 1936, no llegaba a 275 (doscientos setenta y cinco). Ni 2.000, ni 4.000 ni 8.000, sólo 275. En resumen, Indalecio Prieto, uno de los personajes más dañinos que padecido la política española, fue el inventor de la más impresionante trola de cabecera de la seudohistoriografía izquierdista de nuestros días.